En la infancia y durante la adolescencia Antonio Palerm Pons anhelaba ser astronauta; sin embargo, su padre consideraba que en la España de los años 60 era una especie de irremediable fantasía, mas, la perseverancia estuvo latente, y el afán de experimentar la sensación de las alturas le fue concedida como piloto y capitán de aeronaves en esta otra forma de incursionar «entre la tierra y el espacio», a su forma de decir.