Su mensaje enfatiza: “Y yo le pregunto a usted que es parte de la voz del pueblo, ¿ los jóvenes no merecemos el apoyo del gobierno y sus respectivas ordenanzas para estos casos?. Si usted pudiera ayudarme haciendo pública mi nota sería un grato favor, o dándome una guía sobre adónde puedo dirigirme para plantear mi problema”.
Le aclaré que lo oficialmente establecido es que la persona natural debe solicitar ante la Delegación Municipal de la agricultura la tierra ociosa localizada.
Por la conversación supe que la tierra que Oliver desea pertenece a la CPA 26 de julio, aledaña al ingenio José María Pérez, de la cual su abuela fue cooperativista, machetera destacada y presidenta, y en estos momentos según sus palabras “es un arrabal de marabú y guisaso, que siguen sin querer darla en usufructo. Prefieren verla improductiva a venderlas a la agricultura o dásela a sus campesinos. Y es una tierra bendita para todos los cultivos, próxima a una gran laguna. Me gustaría obtenerla para dedicarla a los cultivos varios y el tabaco y realizar proyectos con mis profesores de la universidad. Al nuevo presidente le propuse una sociedad para producir tabaco por la cooperativa, veremos cómo y cuándo me responde”.

Digo en público lo que le respondí: “Tienes razón amigo, es un desastre lo que ocurre con las tierras ociosas de las CPA, y se ha sido muy débil por parte del estado”.
Numerosas veces he leído en informes sobre “la resistencia de muchos administrativos de UBPC y CPA a declarar las tierras ociosas” como si no fuera un hecho grave poner trabas a la entrega de tierras en medio de la difícil situación alimentaria que atraviesa el país. Y no pasa nada.

Digo más, cuando un joven tiene voluntad y deseos de trabajar la tierra, no debiera esperarse a que la solicite, valdría la pena buscarlos, embullarlos, estimularlos y hasta ayudarlos a hacer la solicitud formal y agilizar su entrega. La patria necesita de sus jóvenes con voluntad de producir en Cuba. Perderlos es un crimen.
