Hoy estaremos de nuevo en la casa de Joaquina Cuadrado, la española-cubana, en el Consejo Popular Abel Santamaría Cuadrado, sede del acto municipal por el 26 de julio en Encrucijada, tierra natal de los moncadistas Abel y Haydée. Y veremos cómo se asoma la enérgica Joaquina que defendía tanto el legado familiar como al central y a su gente, y esperaba por su Haydée, cuando regresaba de La Habana.
Y Yeyé le preguntaba si ya le había obsequiado los juguetes a los niños del barrio, de la calle España, y Celia María Hart me decía que cuando se unían la sangre española y la criolla, a veces la conversación entre las dos era ferviente, fuerte, las dos eran bravas, y eso las hacía más verdaderas, más francas.
Pero Joaquina se quedaba asida a la baranda de madera, ensimismada en sus recuerdos en el portal de la casa, la guardiana de siempre, custodio espiritual de la memoria de sus hijos y de su familia, y todo sabemos que siempre esperaba a su Abelito, el gaito o el polaco.

Un día se detuvo la maquinaria del ingenio, no escuchaba el ruido usual en el batey , se asomó de nuevo en el portal, averiguó qué pasaba, y llamó al Che, sí a Ernesto Che Guevara, estaba defendiendo a los azucareros, a la identidad de su pequeño pueblo. Así era Joaquina Cuadrado, la heroína e inspiración de las mil batallas de los Santamaría Cuadrado.