Recuerdo muy niño haber disfrutado en visita familiar los helados de Coppelia junto a mis hermanos, y mi tío Enelio. La primera vez que vine solo a Santa Clara a los 14 años, apenas sabía que la ruta 7 me llevaría hasta la casa de mi tía Mely en Antón Díaz, pero la tomé al revés, guajiro al fin, y nunca más tuve un paseo más extenso encima de una guagua local.
Venir al estadio Sandino desde el IPUEC Tony Santiago, y ver batear jonrones a Antonio Muñoz fue de las mayores alegrías que me regaló Santa Clara. En 1979 ingresé en la Universidad Central de Las Villas a estudiar Filología y ya no me fui jamás de esta hermosa ciudad, aunque no viviera en ella hasta 20 años después. Disfruté su gastronomía inolvidable, cuando el joven siempre cronometrado podía tomar una bandeja en el “QUEBIEN” y en tres minutos consumir un pollo frito a un precio que no quiero recordar para evitar paralelos o envidias.
No sabía entonces lo importante que era la fecha del 15 de julio para la Ciudad, ni la historia de los primeros remedianos o la tradición de la siembra del tamarindo, pero sí había imaginado la épica muerte aquí del coronel Leoncio Vidal; a Fidel, defendiéndose él mismo en la Audiencia; al Vaquerito, disparando de pie como buscando la muerte heroica a pocas horas del triunfo, y al Che como el gran libertador conduciendo a los rebeldes con su brazo enyesado.
Tampoco conocía que un 15 de julio había sido fundada aquella emisora CMHW que escuchaba desde niño, y conocía de memoria el nombre de sus profesionales a los que soñaba con ver de cerca un día. Fue rebosado el sueño y el 1 de marzo de 1985 la “Reina Radial del Centro” me acogió como un súbdito más, conquisté la amistad de muchos de los que ya admiraba, bebí de su profesionalidad y experiencia, y me entregué a servirla y a servirme del oficio elegido para exponer verdades por casi 40 años, que es como trato de compensar la enorme deuda que contraje con ella.
Con el paso de los años puede faltar el ímpetu pero no la virtud. Simplemente sugiero a los que hoy disfrutan de la edad que tuve entonces, no olvidar sus orígenes y recodar siempre que ese micrófono que usamos nos lo presta el pueblo para que le sigamos sirviendo mientras nos quede vida. Y que siempre debemos pensar que aún no hemos llegado y nos falta por hacer el mejor reportaje.