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Ciudad bajo palabra: los curanderos de la ciudad (+Pódcast)

Ciudad bajo palabra: los curanderos en Santa Clara (+Pódcast)

Mauricio Escuela Orozco

Jueves, 27 Marzo 2025 17:26

Hoy, en Ciudad bajo palabra, nos acercamos a un tema que por los siglos ha desvelado a la humanidad: la salud.

Pero no me refiero al desarrollo de la ciencia, ni a fórmulas exactas para curar las dolencias, sino a la aparición siempre omnipresente de las artes oscuras, esas fabulaciones que la gente recrea a partir de la fe y que poseen un impacto en la concepción legendaria de la historia.

 Según reza en el libro “Ayer de Santa Clara”, de Florentino Martínez, la ciudad estaba llena en su momento de los llamados curanderos, quienes a partir de fórmulas estrambóticas se dedicaban a eliminar enfermedades de la población. Eran siglos en los cuales no resultaba común disponer de un médico o de una farmacia surtida.

Solo la fe en su magnitud más pura salvaba a las personas a partir del uso de consultas y de poderes sobrenaturales. Florentino refiere que lo más común entre los siglos XVIII y XIX eran los pañitos de Jiquiabo, los cuales se traían del poblado de Santo Domingo y consistían en un trapo doblado y santiguado por una mujer que allí vivía. Cuando alguien en Santa Clara quería curarse, ya fuera de una herida o hasta de un paludismo, enviaba una camisa vieja y la persona en cuestión se la devolvía con el remedio hecho.

Entonces había que amarrarse ese trozo de tela al cuerpo y con el tiempo se producía la cura. Pasaron los años y tras el fallecimiento de la curandera, muchos en la ciudad de Santa Clara dijeron haber heredado el poder sanador y llevaron adelante sus propios pañitos. La llegada de la ciencia desmintió la efectividad de este remedio, que cayó en desuso y quedó olvidado entre la vecindad santaclareña.

Pero sin dudas uno de los prodigios que mejor se conocen es el de la mujer de Trinidad que curaba con agua. Se decía que solo con un buche de ese líquido bendecido se iba a cualquier enfermedad, incluso los tumores. En pleno siglo XIX, estos remedios podían levantar el ánimo de un paciente e incluso mejorar su salud por días, debido al efecto placebo que generaban en el cuerpo.

Pero sobre todo en el caso de las dolencias mayores se producía la muerte, fallo que la curandera atribuía a que el paciente se demoró demasiado en acudir a ella. Una vecina de Santa Clara mandó a pedir con su esposo un frasco de aquel líquido milagroso de Trinidad, pero el hombre atareado con el viaje que por aquel entonces se hacía a través de caminos y montando a caballo se olvidó del pedido. Entonces a su llegada a Santa Clara se bajó del animal, tomó el frasco y lo llenó de agua del río Cubanicay.

La vecina aseguró que con tres buches se curó de todos sus males. Otro curandero, hijo de médico, trascendió por su fama, vivía en la Loma de la Cruz y recetaba medicinas inverosímiles, pero al alcance de los vecinos. Se decía que muchos de estos remedios funcionaron y que las personas llegaron a confiar en él.

Su apellido era Cuellar y su nombre se pierde en la neblina de los siglos de la oralidad. Asimismo pasó con el famoso médico chino de esta ciudad, de quien se dice que sí había estudiado dicha medicina en su país y que preparaba curas contra dolencias y las caries. Se decía que de una sustancia que filtraba a través de un embudo y que echaba en los dientes se iba todo el malestar.

Como sabemos, todas las ciudades de Cuba contaron con un médico chino y la verdad histórica se mezcla con la ficción, dándonos a entender que mucho de lo que se dice sobre aquellos siglos en Santa Clara pudiera hallarse enmarañado por la fantasía popular. 

Especial aparte, merecen las llamadas antiguadoras que aún existen y que con una toalla o una cinta que algunos rezos curan el empacho. Aunque ya se trata de un remedio que pervivió en los tiempos, hubo una época en el que era el más usado.

Las personas preferían irse con una de esas mujeres con poderes sobrenaturales antes que los remedios recetados por un doctor. Amigos, existen en la historia de Santa Clara una infinidad de anécdotas referidas a la medicina legendaria y milagrosa. Desde ponerle a la mujer que está de parto el sombrero de su esposo para que todo le vaya bien, hasta pensar en tres viejas para curar el hipo.

Todos estos remedios son la mar de ingeniosos y expresan la fe de un pueblo en las cuestiones del más allá ante problemas de la vida.