En los tiempos de la seudorrepública, sus calles fueron refugio de marginales, pero también semillero de rebeldía, el Condado no tardaría en alzar su voz y unirse a la lucha clandestina. Tras el triunfo de las luchas, el Condado se llenó de luz, calles empedradas, agua potable, electricidad, un sistema de alcantarillado que antes no existía. Nuevos barrios como Pastorita y América Latina se erigieron como promesas de un futuro, pero la cicatriz era profunda, y la llegada de campesinos desde diferentes puntos de Villa Clara en busca de una vida mejor engrosó las filas de los más necesitados.
Entonces, en los albores de los 90, el Condado se miró al espejo y decidió reinventarse, una microbrigada social, la primera en su tipo, se formó con la misión de transformar no solo las casas, sino las vidas, así nació el proyecto Nuevo Condado, un canto a la esperanza, una obra colectiva donde cada vecino era arquitecto de su propio destino. Hoy, las escuelas, los círculos infantiles, los consultorios médicos y las farmacias son el corazón palpitante del barrio.
Pero la vida en el Condado no es un cuento de hadas, la escasez, la obsolescencia de la infraestructura, la necesidad de fortalecer el tejido social son desafíos que persisten. Sin embargo, en cada esquina, en cada rostro, se vislumbra la voluntad de seguir adelante, de construir un futuro digno para las nuevas generaciones.
El Condado es un latido al sur de Santa Clara, un barrio con el alma rebelde y el corazón lleno de esperanza, un recordatorio de que incluso en las circunstancias más adversas, la comunidad y la determinación pueden transformar un sueño en realidad.
La historia continúa escribiéndose, con cada ladrillo colocado, con cada sonrisa compartida, con cada esperanza renovada. Porque el Condado es el futuro que se construye hoy, con las manos y el corazón de su gente.