En un mensaje en la red social X, el Bureau of Western Hemisphere Affairs afirmó, en un claro ejemplo de mala fe y de manipulación de la verdad, que «hace 13 años, el régimen cubano asesinó a los líderes prodemocráticos Oswaldo Payá y Harold Cepero».
La mentira tiene patas cortas, pero eso no parece importarle al secretario de Estado, Marco Rubio, en su intento por legitimar a Rosa María Payá, impuesta por él en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en contra de la voluntad de América Latina y el Caribe.
Recordemos los hechos: en julio de 2012, Ángel Carromero, vicesecretario general de la organización Nuevas Generaciones, del conservador Partido Popular (pp), en España, y el ciudadano sueco Jens Aron Modig, líder de la Liga de la Juventud Demócrata Cristiana (kdu), vinculada a la derecha sueca, viajaron a Cuba con visados de turistas.
Tenían una misión: financiar a miembros de la contrarrevolución y elaborar planes ilegales contra el Gobierno cubano, actividades condenadas por las leyes en cualquier lugar del mundo.
Así, el 22 de julio, mientras viajaban en un coche junto a Oswaldo Payá y Harold Cepero, sufrieron un accidente de tránsito cerca de la ciudad de Bayamo. Los cubanos, quienes se encontraban en el asiento trasero del auto sin cinturón de seguridad, perdieron la vida.
En su declaración a la Policía, en el hospital de Bayamo, Carromero, conductor del auto, dijo que no vio la señal que indicaba una zona de obras y perdió el control del vehículo, estrellándose contra un árbol.
Modig explicó a El Nuevo Herald, de Miami, que ningún otro vehículo estuvo implicado en el accidente, lo cual fue confirmado por Carromero en una entrevista con efe: «Ningún vehículo nos golpeó por detrás», y rechazó las teorías del complot, que ya circulaban en los medios de comunicación.
En una información brindada al diario de Estocolmo, el padre de Modig, Lennart Myhr, explicó que habló con su hijo después del incidente. «En ningún momento se refirió a una persecución de los servicios de inteligencia cubanos».
Tras un juicio de varias semanas, el Tribunal condenó al chofer a cuatro años de cárcel por homicidio imprudente, en octubre de 2012. Sin embargo, en diciembre de 2012, tras cuatro meses de prisión, se le autorizó a cumplir el resto de su condena en su país de origen, por un acuerdo entre Madrid y La Habana.
Las investigaciones oficiales, reconocidas por la justicia española e internacionales relevantes, así como los testimonios presenciales y de supervivientes, demuestran que la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepero fue resultado de un trágico accidente de tránsito y no de un asesinato político ni de una conspiración.
Nuevamente se trafica con la verdad y la memoria para legitimar un imposible: el valor de alguien que no obtuvo el puesto por sus méritos personales, sino mediante el chantaje y la componenda de su tutor, Marco Rubio.