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Foto: Archivo

Al bate, siempre, Pedro Medina

Tomado de Granma

Martes, 22 Julio 2025 07:49

Medina se fue invicto, venció como pelotero y como director de sus Industriales; pero lo más grande que se llevó tras su partida física fue el cariño de la afición cubana.

Aquella noche, la del 12 de mayo de 1988, supe de qué están hechos los héroes del terreno, de cuánto amor generan; vi y sentí los pechos apretados de obreros, de jóvenes, de los más veteranos, de científicos, de militares, de médicos... en fin, del pueblo, y a mí me corrió una lágrima por la mejilla. Hace 37 años, pasadas las 10 y 30 de la noche, empuñó el bate. Hizo unas cuclillas, respiró y miró al lanzador villareño Roberto Almarales.

En aquella campaña iba de segundo en jonrones, igual posición en impulsadas, y bateaba para 350. Era su última temporada y ese el último turno al bate en nuestras series nacionales. Cuando la ceremoniosa voz del también inolvidable Tony Veiga lo anunció, el Latinoamericano rompió en una de sus más impresionantes ovaciones. No esperó; al primer envío blandió el madero y le salió un inofensivo roletazo al campo corto. Ninguna carrera de home a primera –y aquella parecía interminable– fue tan aplaudida. Pedro Medina, el 31 de Industriales, decía adiós al deporte activo.

Hoy, ya más maduro, intenté contener esa lágrima, pero no pude, porque él, aun cuando no estuviera en el terreno, seguía inspirando los mismos sentimientos; esos que, a muchos de mis amigos como el hoy maestro de wushu, Roberto Vargas Lee, los llevaron a amar una posición tan difícil y no tan mediática, como la de receptor. El de las artes marciales chinas se vestía de pelotero con el mítico 31.

Otra vez Medina, el médico, Pedrín –como lo llamaban sus compañeros–, el padre ejemplar de Pedrito, el esposo fiel de Mayra, nos aprieta el pecho. La vida, su honorable vida, al menos la física, terminó este lunes, tras dos intervenciones quirúrgicas, una de ellas ayer mismo, según nos contó uno de sus grandes amigos, Rodolfo Puente, quien como él es de los imprescindibles de los que cantó Bertolt Brecht, porque son los que luchan toda la vida.

Fui muchas veces al Latino a verlo a él, a Anglada, a Puente, también a Kindelán, a Víctor Mesa o a Antonio Pacheco, a muchísimos otros. Entonces, jamás podía imaginar verme sentado hablando con Medina, como tuve el privilegio y grandísimo placer de hacerlo tantísimas veces. Sentía y siento el inmenso orgullo de confrontar con él cada apreciación que hacía en estas páginas, y cuando me llamaba para decirme «que bueno te quedó eso», me sentía tan sabio como él.

El Héroe de Edmonton será siempre inspiración en el béisbol cubano. Foto: Archivo Granma

Nunca olvidaré una máxima suya, «no dejes de escuchar y de observar, la pelota es un mundo mágico».

Fue un científico, un erudito del béisbol, no solo por su condición de profesor e investigador de la Universidad del Deporte, en la cual también dejó una huella indeleble, sino por cómo lo interpretaba. Medina sigue entre nosotros. Al Héroe de Edmonton, que hizo vibrar a la geografía cubana con ese jonrón en la ciudad canadiense, viniendo de emergente, para empatar con los estadounidenses en el noveno inning, hay que seguir escuchándolo.

Les dejó una pieza magistral de una de las conversaciones, allí, en el Latino, que es su casa, templo de su obra.

«La pelota no es agarrar un bate y batear, es una ciencia, exige del ejercicio constante de la comunicación y de la información, tanto en el juego como antes y después de este. Sin esos atributos no se gana.

«No se puede llegar al juego a saber cómo se desempeña el contrario, eso es una tarea previa. Cuál es la zona de contacto de los jugadores, qué lanzamientos son los importantes de un pitcher o para qué lado fildea mejor el torpedero, e inagotables detalles, hasta en qué parte de las cercas rebota más la pelota, son informaciones decisivas en pos del triunfo.

«El juego de pelota es una investigación constante, con disímiles preguntas que, al responderlas, se encuentra lo acertado o no de una hipótesis. Por eso necesita de contrastarla en el terreno de juego, o lo que es lo mismo, de exigirle al rival tras la observación que se hizo anteriormente. Un partido plantea varios problemas, pero si estás informado, cada uno tiene una solución. Hallar la mejor de ellas conduce a la victoria».

Él se fue invicto, venció como pelotero y como director de sus Industriales; pero lo más grande que se llevó fue el cariño de la afición cubana.