Ausencia quiere decir olvido, decir tinieblas,
decir jamás, las aves suelen volar al nido,
pero las almas que se han querido no vuelven jamás…
Jaime Prats Estrada
Hay en ciertos olvidos, tentadores motivos para el renacer, de modo que al evocar a Jaime Prats Estrada -padre del insigne músico-, quien musicalizó la universal "Una Rosa de Francia", recobramos la memoria del multifacético artista, del trotamundos.
Es a través de Iliana López Cejas, especialista del museo de la música Rodrigo Prats Llorens, con quien develamos aspectos pocos conocidos del compositor y director de orquesta, que tocaba cornetín, piano, contrabajo, tuba, flauta, saxofón, güiro, trombón, trompeta y violín. Y en ese barullo de sonidos me llega un inesperado concierto de archivos de la memoria y los de una mágica gaveta.
Lo primero es el gesto convencional en la indagatoria: Jaime había nacido en Sagua la Grande el 29 de marzo de 1833, y realizó estudios de música de manos de José Márquez, director de la Banda de Ejército, pero la especialista hace notar el dato pintoresco, pues él mismo se opuso a que su hijo Rodrigo se inclinara por la música.
Lo que me seduce no son los documentos que salen de las gavetas, sino lo que fluye espontáneamente de su memoria, la controversia con el prodigio que a los 13 años había compuesto "Bajo las Palmas" y a los 15 musicalizó el poema "Una rosa de Francia", de Gabriel Gravier, quien lo llevó personalmente a la familia y Rodrigo se enamoró perdidamente del madrigal. Jaime quería que estudiara una carrera universitaria.
El autor de "Ausencia" iba de una ciudad a otra, de Sagua a Cienfuegos, a La Habana, a Santa Clara, volvía al terruño y regresaba de nuevo a la capital, donde se instaló definitivamente en 1917.
Jaime era un aventurero lleno de fragancias: viajó a New York con el teatro bufo de Arquímedes Pous, fue director de la Compañía de Operetas de Esperanza Iris, con la cual recorrió América Central y México y se irguió en el teatro musical; fue profesor de Historia de la Música en el conservatorio Iranzo, y de Armonía y Composición del Conservatorio de Ramona Sicardó.
Iliana redescubre, desempolvando viejos archivos, que Jaime había fundado, en 1922, la Cuban Jazz Band, considerada la primera orquesta de este tipo en el país. Ahora bien, los buenos archiveros siempre tienen un dato inesperado debajo de la manga: «Fue otro sagüero, Pedro Estacholi, el que fundó la primera orquesta de jazz en Cuba, lo que ocurrió en 1914 en esta ciudad. Estacholi viajó a los Estados Unidos con el fin de cursar estudios sobre técnicas musicales, pero conoció a un director de una agrupación de jazz en una de las plantaciones algodoneras de Nueva Orleans. El hecho lo motivó para introducir el género aquí y contó con el trompetista Hipólito Herrera y el violinista Humberto Domínguez y otros instrumentistas locales en la novedosa incursión».
Siempre que escuchemos "Una Rosa de Francia" no debemos olvidar ni un aroma de "Ausencia", pues debemos afinar bien el oído para oler toda esa sublime fragancia de los genios. Jaime falleció en La Habana, el lugar donde había decidido vivir después de interpretar al hombre orquesta en varios escenarios. Un padre que tuvo una premonición cuando le obsequió a Rodrigo un piano de juguete; hasta en juegos se vislumbran ciertas pasiones cuando en los corazones laten sonoridades similares.
Por eso, cuando oigamos de nuevo a la Banda Municipal de Música, no se asombre del que lleva la batuta y es capaz de trasladar su propia versatilidad a los diferentes instrumentos, como si él los estuviera tocando del otro lado. Y allá, acaso en un jardín, está Rodrigo oliendo la "Rosa de Francia" y regando la suave fragancia sobre la "Ausencia", de Jaime Prats Estrada: "Por qué te quejas cuando suspira tan hondamente mi corazón, ausencia quiere decir olvido, decir jamás…"