A la memoria de Osvaldo Viota Coll.
Mi amiga Martha Viota Coll, la lluvia, la estaciones siguen pendiendo de esta sagüera nata, meteoróloga por vocación, albacea de la obra intelectual de los Pírez, los dos con el mismo nombre, Benito, padre e hijo, y esos libreros intrincados de Borges y esos testimonios de los periódicos y revistas que fundó en Sagua la Grande el progenitor, también historiador de la ciudad, y esos volúmenes de ambos, como venidos de otros tiempos.
Y veo los estantes del doctor y prestigioso profesor de literatura, del sucesor, del benjamín Benito, y los títulos de los textos, encontrados unos y otros, de tapas duras y blandas; como si fueran antiguos pergaminos, como contritos en las vitrinas, enclaustrados en armonía poética; y un juego de ajedrez vidrioso ilumina el escritorio de madera; piezas negras y blancas diseminadas en aquel atrio de la lucidez.
Todo ello, el diálogo con la señora de las estaciones, provocan mi exorcismo de siempre, y mis ojos siguen rutilantes ante una fiesta librera que nunca me quiero perder.