Se oye el sonido de los tambores consagrados Kimbundú y O Ngom, y Pablo Díaz Brunet, tamborero de Kunalumbo, percute ante los invitados de Barnet, y se huele la sopa de gallo de Luz Marina (las mujeres que tienen hecho santo aún no pueden tomar el caldo) en sus versos: Elelé mi sopa, quien toma mi sopa me toma a mí.
Las catalinas que solo pueden ser ejecutadas por hombres con manos lavadas, parecen retumbar y hacen vibrar las paredes de Kunalumbo, Kimbandú lleva el ritmo cadencioso de un solo golpe; las mujeres en estado fértiles tampoco pueden tocar el instrumento consagrado, misterios y más misterios, lluvia y más lluvia...
Así,las tablas parecen mágicas y en su sombra se mueven como la mulata Caridad, y ella se vuelve un remolino cuando los tambores reciben la comida -un gallo y una paloma-, y se pueden ver, o no se pueden ver las manos que los golpean, y sí, se percibe un tono desaforado cuando los instrumentos llevan en el cuero o el parche el edimbo, emplaste para afinar los tambores, el secreto de dulce de guayaba y tela de araña para que le de sonido al Oricha Añá.
Escucho el trepidar del cuero de las catalinas, “suenan las campanillas que tienen.
