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El Museo Caturla y cincuenta años de trascendencia
Fotos: Tomadas de Vanguardia

El Museo Caturla y cincuenta años de trascendencia

Tomado de Vanguardia

Sábado, 31 May 2025 16:50

La reconocida institución cultural de Remedios llega a su medio siglo de existencia este 31 de mayo con nuevos bríos y aportes a la historia local y villaclareña.

Desde hace tiempo el Museo de la Música Alejandro García Caturla es simplemente «el Caturla». Esto se debe a que en el quehacer de la institución se ha dado una imbricación de tal índole con la comunidad que ha hecho posible la identificación inmediata. Surgido a instancias de Silvino García, padre del genio remediano, esta institución estará arribando a su medio siglo de existencia.

La Casa Museo Alejandro García Caturla constituye un referente entre las instituciones culturales de la provincia.

Antes de ser uno de los sitios más emblemáticos de la cultura cubana, fungió como la vivienda familiar del matrimonio que trajo al mundo en 1906 a este cultor de la música que tanto nos sorprendiera. En los salones de la casona no solo hay piezas que rememoran la vida de inicios del siglo pasado u objetos que pertenecieron al creador, sino documentos que nos hablan sobre identidad, huellas de una villa y toda la cartografía de lo comunitario. 

Si bien no se puede obviar que la idea de la familia tuvo un impacto, el museo ha evolucionado a partir del uso de elementos de la ciencia y de la conservación, los cuales, junto a los especialistas, han permitido que el lugar se transforme en una referencia. No solo es la belleza de sus salones o la posición que ocupa enfrente de la plaza de la ciudad, sino la manera en que la cultura subyace y se manifiesta. En el Caturla hay, por así decirlo, espíritus que nos encuentran y que abordan la verdad fragmentaria de una era perdida.

Si vamos en compañía de los museólogos que ahí laboran podremos, además de ver las piezas, apreciar la música que se reproduce. Se trata de un viaje a los parajes de una Cuba que ya se recuerda poco, pero que estuvo ahí con sus contradicciones. Un país en el cual se le segó la vida a un genio solo porque no encajaba en la sociedad por sus gustos amatorios, su visión de la justicia y sus relaciones con lo más progresista de la vanguardia de entonces. 

La ciudad también ha cambiado. De ser la villa aislada desde inicios del siglo xix hasta su segunda mitad, hoy es una urbe con una proyección cultural que le permite sostener un discurso y una presencia. Las redes sociales han ayudado a que el museo tenga una vida más allá de lo físico y que pueda hablarse de una variedad expositiva que está al alcance de un clic. Entonces, la tesis que desde las últimas remodelaciones ha funcionado, se centra en resaltar los valores humanos, justicieros y culturales de Caturla y de su entorno republicano. 

Momento de la inauguración, recogido en la prensa de la época.

Allí, además de las partituras, están los momentos últimos del genio: el traje balaceado, los proyectiles, el gesto inmortal de la trascendencia del suceso. El museo ha sabido que todo eso conforma un imaginario que no es solo remediano, sino que construye la vivencia de un país que no puede volver a cometer el error de prescindir de un artista y de un juez de la talla de aquel joven que fuera asesinado en 1940. 

Caturla vive en los cantos de los ritos afros que aún pueblan las tardes de la villa, cuando se la recorre de una punta a la otra, ahí hay que resaltar que el genio y su época no fueron solo la figura y su némesis. El músico supo darle a la rumba una dimensión culta, colocarla en los salones. A cambio, el pueblo lo reconoce como la persona que luchó contra el racismo, que amó a los pobres y que se expuso y no se corrompió.

En esa tensión entre extremos se define el museo. Ese es el reto, saber cómo se refleja uno de los episodios en los cuales Cuba se estaba definiendo como crisol cultural y, por ende, como hogar de otras tantas transformaciones. Si hoy se valora a Caturla es en parte gracias a la obra colectiva que lo conservó, que lo justipreció y que hizo de su legado una enseñanza. El museo, a sus cincuenta años de creado, no solo atesora los fantasmas del pasado, sino que se proyecta y en esa energía basa su vitalismo.

Algunos documentos exhibidos en la Casa

Ninguno de los demás museos que posee la ciudad tiene ese sabor a vida real que se siente cuando entramos en el «Caturla». Allí pareciera que vamos a ver a «Alejandrito» —como le dicen las especialistas— salir de algunas de las alcobas de la casa. O que Silvino nos va a recibir en su despacho, que se conserva justo como lo dejó su dueño. Los libros de la familia, incluso, no han cambiado de posición, y en uno de los interiores podemos hallar valores como el cuadro La Rumba, de Abela. Son luminiscencias de una villa que hace mucho que viene aportando a la cultura cubana y que en ocasiones se le ha negado el acceso a lo más alto, como si el aislamiento fuese un mantra. «El Caturla» se mueve con soltura en esos dilemas y sabe que en la sucesión de exposiciones temporales o en las piezas que permanecen está la respuesta ideal. Ahí la lucha no ceja en el empeño de defender el legado y de interpretar con potencia no solo la música, sino su papel como uno de los referentes de la construcción de la identidad. 

Por años he conocido a sus especialistas de diferentes generaciones. Como dato curioso, entre estas estuvo una de las descendientes de Avive, la famosa nodriza negra de Caturla. La llave de la casa, que se resguardó tras la muerte o emigración de los dueños, pasó al Estado como una donación y ello abrió las puertas a que el inmueble se conviertiera en una crónica viviente. Allí estuvo, además, el esfuerzo de María Antonieta Henríquez, la investigadora, que le dio al proyecto buena parte de su vida. Pero más que todo, los directores, los amantes de la música y los que respetan a Caturla, tienen el sitio como algo sagrado. El piano donde tocara el genio descansa como pieza de valor primordial en uno de los salones y no son pocos los compositores que han pedido quedarse a solas con ese instrumento, para sentir esa conexión especial. 

Una de las salas expositivas de la Casa Museo

Estos son los pasajes de la vida de un museo que los hacen deseables y útiles y no solo reservorios de piezas de otras épocas. Ahí es donde se está decidiendo todo lo referente a la belleza de un país, y no solo en el arte entendido como aquello que se lleva adelante desde el presente. Lo que ya está no tiene por qué permanecer cosificado. 

Cuando se están por celebrar los cincuenta años del Museo Caturla, nos queda solo hacer un balance, evaluar si la estructura que hoy posee está a salvo de peligros y establecer matrices que ayuden a que el patrimonio se perpetúe. En realidad, se sabe que parte de una de sus alas laterales ha quedado comprometida por arreglos de edificios aledaños y que eso es algo que sigue pendiente. Las piezas y las paredes, el inmueble en su conjunto, no pueden verse como prescindibles. De hecho, la ciudadanía sabe de iniciativas para llevar adelante la restauración. 

Una idea para fundir una estatua de Caturla se lleva tiempo midiendo en los salones decisorios sin que se concrete. Varios son los artistas de la provincia que pudieran hacer su aporte y darnos una pieza invaluable. Se trata de traernos de vuelta al maestro vivo, al hombre que amaba y que sufría. Porque todo, absolutamente, lo que se haga en el museo, debe salir de los marcos de lo petrificado. Allí solo pervive la esencia que late, y por eso, tanto los que residen en Remedios como afuera deberán tener en cuenta los valores de una institución que está hecha para la trascendencia.