Ese tratamiento gratuito representa una inversión monumental para el presupuesto del Estado cubano, esfuerzo que no flaquea ni en los momentos más difíciles, como lo demostró su continuidad durante la pandemia de la Covid.
El sistema opera con una logística impecable: 71 pacientes asisten los lunes, miércoles y viernes, mientras que 70 lo hacen los martes, jueves y sábados, distribuidos en cinco turnos diarios que garantizan atención personalizada.
En 2024, el servicio de hemodiálisis en los dominios villaclareños realizó 24 mil 803 sesiones y en el primer trimestre de 2025 ya suma cinco mil 993 procedimientos.
Esas cifras reflejan no solo la magnitud de la demanda, sino también el compromiso de mantener operativa una infraestructura vital en una de las provincias más pobladas de Cuba.
Los enfermos provienen de las localidades de Cascajal, Manacas, Santo Domingo, Guinía de Miranda y hasta Hernando, poblado intrincado de difícil acceso.
Para llegar a tiempo a sus citas, Taxiscuba ofrece transporte gratuito por caminos rurales y anualmente consume miles de litros de combustible, recurso crítico en un país con limitaciones energéticas.
Tal atención, además de asegurar la movilidad, elimina una barrera económica que, en otros contextos, podría ser insalvable.
Los pacientes reciben durante cada sesión una merienda reforzada con doble proteína y un líquido, como yogur o leche, sin costo alguno. Ese apoyo nutricional es clave para contrarrestar el desgaste físico de la hemodiálisis, especialmente en una región donde el acceso a alimentos puede ser un desafío para algunos.
El servicio se presta principalmente en el Hospital Universitario Arnaldo Milián Castro, de Santa Clara, centro de referencia que cuenta con tecnología avanzada y personal especializado, lo cual lo convierte en el núcleo de esta labor en esos predios.
En el nivel internacional, el costo de la hemodiálisis es de 150 a 300 dólares por sesión, con precios cercanos a los 250 dólares en países como Ruanda. En la instalación villaclareña se utilizan riñones artificiales Fresenius, valorados de 17 mil a 22 mil dólares cada uno, cuyo precio aumenta si incluyen piezas de origen estadounidense, a causa del bloqueo económico, comercial y financiero.
Los dializadores y las líneas arteriovenosas cuestan de 12 a 15 dólares por unidad, en tanto un catéter de hemodiálisis ronda los 150 dólares. Esos insumos, multiplicados por miles de sesiones, evidencian el peso financiero que el Estado asume para mantener este servicio gratuito.
Durante la epidemia del Sars-cov, cuando muchos sistemas de salud colapsaron, en esta central provincia cubana no se interrumpió la atención. Las máquinas siguieron funcionando, los vehículos continuaron trasladando pacientes y el personal médico permaneció en primera línea.
Ese esfuerzo se complementa con la calidad del servicio: el "Arnaldo Milián Castro" no solo ofrece hemodiálisis, sino que también integra un equipo multidisciplinario que incluye nefrólogos, enfermeros y técnicos, todos en función de optimizar la sobrevida y el bienestar de los pacientes.
El servicio de hemodiálisis en Villa Clara es testimonio de solidaridad, e igualmente un reflejo de los recursos que Cuba invierte en su pueblo: combustible, equipos de alta tecnología y una red humana dedicada que converge para que 144 personas puedan seguir viviendo.
Y es que en el centro de la hazaña están los héroes anónimos: los trabajadores de las Salas de Hemodiálisis, cuya entrega trasciende turnos agotadores y adversidades, tejiendo con sus manos un manto de vida; los pacientes, cuya fortaleza inspira al enfrentar cada sesión con valentía, y los familiares, pilares silenciosos que sostienen la esperanza en cada viaje y cada espera.
A ellos, el reconocimiento de un pueblo que late gracias a su lucha compartida.